APUNTES A VOLAPLUMA DEL INMEMORIAL TORNEO DEL TORO DE LA VEGA 2.023.

J. Ramón Muelas.

Foto: Jose carpita.

 

     No se presentaba el año especialmente atractivo a tenor de lo que el Ilmo. Alcalde de la villa declaraba en el programa de fiestas:

“Este año celebraremos nuestro Toro de la Vega como festejo popular, una vez el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León suspendió de manera cautelar las nuevas bases del festejo propuestas el pasado ejercicio. Seguiremos en el camino de mantener con vida nuestras tradiciones en base a la legislación vigente. Debemos sentirnos orgullosos de nuestra cultura, de nuestra historia y legado, y que hoy por hoy sigue vivo en nuestras calles y plazas

     En román paladino: Qué somos como Pueblo pende de la opinión de un tribunal de justicia que de momento no resuelve, así que se mantendrán las tradiciones no conforme prescriba el devenir histórico y la voluntad de ese Pueblo, sino como ordene la legislación vigente, que vemos no ordena y tememos aplique la famosa Agenda 2030, esa que dice: No tendrás nada y serás feliz.
     Lo de no tendrás nada parece evidente; lo de ser feliz .... !Se han pasado con la raya!.  De cualquier modo nosotros lo tenemos claro: hoy, sagrado Martes de la Peña, celebrábamos el Inmemorial Torneo del Toro de la Vega en su VIII año de represión y allá los negros (lo digo por las togas, claro).

     Los prolegómenos fueron atípicos, incluso mediado Agosto no parecía venir la Peña y aunque cada día me gusta menos mirar hacia atrás, ya que la ley ordena modernidad y eso empieza por olvidar quien era tu abuelo; siendo la Peña tiempo de licencias,  procedía soñar con riberas del Duero en el desierto afgano.
     Mano de santo. Levantas el verdejo en los soportales de la Plaza Mayor. Te tapas los ojos para no ver al guiri y de pronto empiezan a dibujarse los antiguos tablados con aroma a pino de la Vega, utrero, martillazo, carbamida, cayada, churros, sandía y alegre juventud, las congas y raspas que ocupaban la plaza esperando encerrar al Toro Vega y otras ocupaciones festivas que ya sólo existen en las fotos.

     Pero otros detalles no reviven por mucho que te esfuerces. ¿Dónde el corro de parroquianos que a partir de Ntra. Sra. de Agosto  opinaba –o pontificaba- a pie de barra sobre el Toro Vega comprado por el ayuntamiento?; este año, no; ni siquiera parecía aproximarse la Peña. Faltaban los chicos haciendo encierro calle San Antolín arriba y abajo, las voces altas en las tabernas de la Plaza, los conciliábulos a puerta de limonada en la calle de San Pedro, las compras tempraneras de cayada nueva (ya se sabe que todas las peñas cae una), los carros aún más tempraneros bien surtidos de ron y limones (no de esas horribles naranjas sudafricanas a las que llaman Valencia) para la limonada, circulando pasillos de Alimerka; las mozas bocahuchas capaces de sacar los colores a la vieja de la Celestina ….Había demasiadas ausencias, por la plaza campeaban jubilados, postmodernos, urbanitas y guiris, pero no aquella fauna que in illo tempore te espabilaba el ánima y el alma.

     El domingo SEP 03 estaba previsto desencajonar la torada de la Peña y el Toro Vega; sin embargo, la tromba de agua caída  había vuelto impracticable la plaza de la Providencia y se retrasó dicho desenjaule al miércoles SEP 06. La afición, con ganas de Peña, llenó ¾ de plaza; parecía de buen humor y bastó nombrar al Toro Vega para que los tendidos aplaudieran; no obstante, la demora causada por las complicadas maniobras de los camiones acolándose a las rampas de descenso, el escaso trapío de algunas de las reses e incluso la falta de  ejemplares con pinta particular, redujo la aprobación.
     Algunos silbidos acabaron en bronca cuando desembarcó el sobrero del Toro Vega y, curiosamente, en silencio, cuando desembarcó el Toro de la Vega Gavilanillo; ni aplausos ni silbidos, ni nada: Bajó el toro, cimbeleó entorno a los cabestros, paró mirante, no citó nadie, los torneantes comenzaron a abandonar la plaza, abrieron toriles y entró sin pena ni gloria.

     Gavilanillo no saldría al parecer lesionado, sustituyéndole un cinqueño llamado Mirabajo, Numero: 11, Guarismo: 8, de la ganadería Pío Tabernero de Vilvís con señal de oreja: Hoja de higuera en ambas y pinta castaño oscuro, bocidorado, recorriendo su espalda una cinta roja degradada; de sobre 550 Kg., bajo, ancho, musculado, armado de aparato muy abierto y afeitado, aunque con discreción; claro que a la hora de clavar no pregunta cuánto quiere meter pues sabe que debe meter lo más posible.

     El Martes de la Peña a las 00.30 h. fue soltado en los castillos del puente. La noche agradabilísima, de viento cero, favoreció la asistencia de torneantes especialmente a las murallas, pues la plaza seguía presentando numerosos huecos aunque ofrecía mejor aspecto que el año pasado.
     Bajó el toro la rampa trastabillando hasta engancharse con la baranda derecha de dicha rampa sin dar impresión de haberse dañado. Correteó el puente inspeccionando qué había y entró en nirvana; es decir, se movía poco y en querencia, miraba todo adoptando una distancia de arrancada muy corta de modo que no respondía a los cites; tampoco a los intentos de los cabestros por cobijarle, ni aún a cortes con trapo o cayada; por eso pasaban los minutos sin llegar a la plaza.
     Daba la impresión de toro reviejo y corraleado, inseguro sobre asfalto pero controlador preciso, prevenido, en guardia, de los que no fallan si se arrancan; sólo faltaba ver el tipo de embestida, la arrancada y el remate de ésta. No lo sabríamos hasta que pasada la 1 entró en la plaza despejando dudas: Dio tres arrancadas con tal aceleración que no daba tiempo a reaccionar; la carrera era larga, al menos de 15 metros, remataba en tablas y barría de abajo hacia arriba superando las bardas de la barrera. Parecía fuerte de manos y sobre todo de patas, ya que en caso contrario no habría podido mover sus 500 kg. largos logrando tan elevado incremento de velocidad en tan poco tiempo.

     Peligro. Era un Toro Vega feroz y esperante, de los de antes. Probado a satisfacción sin utilizar implementos propios de la corrida conforme señala la Ordenanza del Patronato del Toro de la Vega, fue guardado con aprobación y respeto. No ese respeto conmiserativo que pide en los encierros la cursilería woke, sino el respeto que procura un bicharraco imprevisible capaz de desarmarte en un momento. Si el Torneo fuera de acuerdo a la costumbre, cabría esperar un combate épico, como el del Maestro de Lanza D. Luis García Carrión el año 1.975 o el del gran lancero D. Luis Enrique Posada Vega el año de 1.994, y otros héroes de nuestra tradición frente a bestias de la catadura de Mirabajo.

     Amaneció el Martes de la Peña tan apacible como la noche anterior; ni siquiera se levantaban polvaredas en la Vega; 19 ºC., viento cero. También con más asistencia, poco más, que el año anterior. La Caballería no llegaba a 100 jinetes convenientemente desarmados y vigilados por la Caballería de la Guardia Civil. Los torneantes paraban en las talanqueras del embudo y algunos en el puente mientras se entreveraban en el cielo las bombas reales con las notas catalizadoras de nuestra música tradicional. Candeal, Jorge Bayón, el capador de Bercero … los que resistirán al tiempo, los que te siguen poniendo los pelos de punta mientras en corrillo vaticinas qué puede suceder.

     Y de nuevo te encuentras con conocidos y amigos de tan atrás que ya ni te acordabas. Las torneantes de Coria, mozas que obligan a su padre a venir al Torneo, aunque éste rabia a todos los diablos porque abomina de sucedáneos, pero dicen las chicas que hay que seguir hasta la victoria y viendo el buen relevo, sonríe. Juan Sagarra Gamazo, padre de los hidalgos castellanos de hoy día y toroveguista de los que venía a caballo con su familia bajando el Duero para tornear, pero que hoy viene a pie por lo que ya he repetido hasta la saciedad. Luis Capucha y su mujer Fátima, irreductibles torneantes portugueses de Vilafranca que nos exigen obrar como Barrancos en la defensa del Torneo … Y de repente daban las 11: Suena la bomba.

     Abierto el cajón, salió el toro prevenido reconociendo el nuevo entorno; la situación pedía haberle puesto divisa capaz de impulsarle Empedrado abajo; imposible, también está prohibida. Al poco remató contra las primeras talanqueras, bajó hasta la curva y dio la vuelta barriendo a los torneantes que habían asomado. Circularía sobre la curva, boca cerrada, cara levantada, atento sin lanzarse en un terreno peligroso para él, marcando hasta llegar a la boca del Empedrado, donde no dudó en saltar el malecón demostrando buena forma, precisión y duras manos. Sobre las 11.12 h. comenzó a bajar el puente manteniendo el mismo comportamiento- Llevaba la vanguardia despejada; aún más la retaguardia.
     Mantuvo su comportamiento en la rotonda del Cristo; luego, fue bajar la cuestecilla, abrevar en el charco frente del merendero de Pajés, acicalarse el lomo con heno seco y ya en su terreno, comenzar la función.
A las 11.25 h. un lance confirmó las previsiones: Cortado lateralmente, pese a que el torero le entró a 4 ó 5 metros, salió como rayo hacia él. El ligerísimo torneante se coló entre rollizos pero otro torneante más atento a su teléfono que al toro fue sorprendido, enganchado y arrojado por encima de la talanquera, milagrosamente no recibió daño de consideración; giró el toro rabioso barriendo talanquera, lanzándose contra otro torneante que acudía al quite y que libró por saltar a la desesperada. Como una desbrozadora, tomó el toro velocísimo rumbo y despejó todo el entorno, regresando de nuevo a la fase de espera; otra vez la paz: Había ganado este combate. Las caras de los atalancados reflejaban la tensión del momento. El “espectáculo” o "festejo" taurino, tradicional o no, se había convertido en lo que es: Una ceremonia de guerreros donde la vida y la muerte danzan juntas.

     El siguiente lance acabó de poner el Palenque a punto de arte. A las 11.31 h, unos metros atrás de donde sucedió el lance anterior, el toro atacó imprevisiblemente la talanquera de rollizo de calibre 15 cm. . La partió al medio como si fuera una cerilla y salió del itinerario rumbo sureste hacia la noria de la huerta de Maricucha arrollando lo que encontró, derribando a los atalancados en medio de carreras hacia los coches: El marco estaba roto.

     La Caballería, que desplegaba en las banderas, abandonó esa línea y aún desarmada se acercó hacia la noria; entonces tuvo lugar el lance más hermoso del Torneo. Serían las 11.32 h. cuando crecido el toro campeaba a campo raso, encampanado y dominante todo en su torno agitado, al decir del poeta; era el único cierto entre los desconcertados torneantes parapetados cada uno donde pudo subiendo a los techos de los coches o replegándose hacia talanqueras.
     Silencios espesos y algún grito de mujer, dudas, atenazamientos y el tercer miedo que aparece; ese miedo neolítico a la idea de la bestia-toro que hemos destronado y que vuelve a pedir cuentas, el que en alguna ocasión atenazó a Curro Romero, el que paraliza y no hay modo de superar. Es el Día de la Ira. El reflejado en el cántico milenario con que despedían a nuestros abuelos en la puerta de Santa María camino del sepulcro.

Dies iræ, dies illa, /Solvet sæclum in favilla, ..
(El día de la Ira / cuando los siglos ya sean ceniza ..).

Mors stupebit et Natura, /cum resurget creatura,/iudicanti responsura…
(La muerte y la Naturaleza se admirarán, /cuando resucite la criatura /para que responda ante su juez.)

     Ese miedo que siempre (bueno, casi) vence, te expulsa, te hace rendir, te lleva incluso a pedir perdón no sabes muy bien a qué ni a quien, pero resurge el complejo de inferioridad ante Natura y regresas a carroñear con tus colegas las hienas, ya no cazas, ya no eres un hombre, eres un “demócrata”.
     No es un toro lo que ves, sino la quintaesencia de Natura en lo bueno y en lo malo; a la que expulsaste del trono para sentarte, a la que levantabas monumentos primero y soberbio alanceaste después, pero que ahora vuelve y temes irracionalmente mientras las terribles estrofas del himno parecen trazadas sobre las olmas por D. Félix López Zarzuelo, el canónigo - torneante que seguro para hoy por aquí con licencia no del papa, pero sí del Arcángel.

¿Quid sum miser tunc dicturus? /¿Quem patronum rogaturus?, … Ingemisco, tamquam reus,/culpa rubet vultus meus …
¿Qué diré yo entonces, pobre de mí? /¿A qué protector rogaré? .. Grito, como condenado; la culpa enrojece mi rostro.

Iuste Iudex ultionis, /donum fac remissionis /ante diem rationis.
Justo juez vengativo/concédeme el regalo del perdón/antes del día del juicio.

     Y en tan recia coyuntura aparece el torneante D. Víctor Galván, reencarnación del diabólico orgullo castellano. Se planta vertical en el rastrojo pardo como el arcángel San Miguel del Valle de los Caídos. Tira de chaqueta elevándola al pecho en rectitud y cita.
     Sale la bestia como  proyectil contracarro. Desplaza el impávido torneante la chaqueta hacia su izquierda. Recoge preciso justo cuando remata el toro y sale éste despedido, burlado y rabioso: Otra vez el hombre le ha robado la cartera. Restallan aplausos.

     Salió furibundo corriendo hacia talanqueras y la línea de coches allí aparcados y todo fue tan rápido que alcanzó a varios torneantes, resultando un herido grave; luego, de nuevo la tensa calma a la espera de que la caballería o los peones evacuaran al toro. ¡Cuánto se echaron de menos los caballos guías prescritos por la Ordenanza del Patronato!. Se estaba a merced del toro, sin ninguna dirección, sin orden táctico….. Pero daba igual, el Toro había perdido. Sólo faltaba el lancero que de nuevo cometiera el magnicidio; hoy exiliado por el progreso hacia el caos, aunque oculto como D. Felix en el éter, no se veía y se alentaba. Lo heroico te hace comprender muchas cosas.

     El Gobernador Civil y colegas no quieren excentricidades de este tipo. ¿Qué dirán los señores de la Agenda 2030 si resucita el Cid?. ¿Dónde quedaría la igualdad?. Así que urgía terminar aquello que por otra parte sólo podía acabar con la muerte del dios resucitado y bueno, para eso están las fenciclidinas; nada de muerte. Anestesia.
     Paraba el toro trazando nuevas maldades en la alberca donde soleaban el agua de la huerta, cuando se procedió a dormirle, serían las 12.00 h.; a las 12. 11 h. una pala cargaba el cuerpo del feroz Mirabajo.

     Me dicen que aplicado el fármaco antagonista, Mirabajo resucitó de entre los muertos en buen estado y que podría soltarse en el encierro final del Jueves de la Peña, lo que no harán (y hacen bien). Su destino será el matadero, donde acabará verdaderamente estresado al no disponer de los equipos hormonales que en el combate le insensibilizan, allí no habrá oportunidad de vencer.

      El Torneo sirvió para hacernos ver aún más claro lo que de momento hemos perdido: La libertad.

Fotos

    

Patronato del Toro de la Vega. Tordesillas (Valladolid)