TIEMPO DE BEBER HECES, TORDESILLAS NO SE RINDE. ¡VIVA EL TORO VEGA!.

 J. Ramón Muelas.

 

 

 

      El caso es que parecía una Martes de la Peña más. A la del alba sonaba como siempre el despertador heroico, una descarga de cohetería cada 20 segundos que conforme llegaba la luz de los Llanos de La Peña aumentaba de cadencia hasta terminar en salva; luego la relevaban las campanas de Santa Clara, casi siete siglos tocando a laudes de Nuestra Señora; por lo menos hasta que algún cipayo lo prohíba so color de no molestar a paganos y herejes; y luego, la diana del Martes de la Peña; ahí empezó a fallar la cosa; esa diana es de gala, sólo debe tocarla la banda municipal de la villa formada y compuesta para la ocasión, nadie más … pero hoy la tocaba una charanga.

     A eso de las nueve los helicópteros de la Guardia Civil sobrevolaron la villa con mucho amor velando por nuestra seguridad, mientras un escabroso encierro entretenía a la afición. Ya no había en las murallas del Palacio mujeres tapadas con su mantas guardando sitio; ya no olías –químicamente hablando- esas feromonas generadas en los preludios ceremoniales; ya no se enroscaba sobre los contrafuertes de San Antolín el relinchar de caballos pidiendo entrar en combate desde el corro de San Miguel. Faltaba la quintaesencia.

      Faltaban elementos a una estructura que ya no debe sujetar nada, porque toda esa inmaterialidad que dota a las naciones de personalidad se desvanece cuando se quita a la ceremonia el rito fundamental y se la convierte en mera folclorada, que de eso se trata, de convertir una ceremonia milenaria de guerreros en un festejillo, o “encierro mixto” (¡Qué cursilada!), o torito de la peña, o la gamberrada que se le ocurra al espabilado de turno. ¡Y todavía blasonan de que vuelve a llamarse Toro de la Vega!. Pero … ¿Alguien le llamó alguna vez de otra manera?.
Hoy la ceremonia está prohibida porque la Junta y las cortes de Castilla y León ponen por delante los pretendidos derechos de los animales a los derechos del Pueblo Castellano y español, y porque otra vez -sabrá Dios cuántas van a lo largo de nuestro milenio como Pueblo- vuelve a cumplirse el verso apocalíptico:

"¡Qué buen vasallo si hubiera buen señor!”.

     Así, descabezados, con nuestra ceremonia destruida y dejando su desarrollo en manos de los nuevos gobernadores civiles que nos hacen añorar a los antiguos, se celebraba el “encierro” del Toro de la Vega por primera vez sin incidentes. Todo bajo control, con los guardias menos visibles que otros años, la caballería en el Parador, las parejas por las esquinas y los secretas zumbones Empedrado arriba y abajo; todo bajo control cuando arrancó desde la estatua del Toro de la Vega una marcha reivindicando el derecho de los pueblos a celebrar las cosas que quieran y no las que les impongan.
Por lo menos que se note que el pueblo está en desacuerdo con la sabia medida de prohibir el Inmemorial Torneo, y es que como no somos de la LOGSE, damos a cada palabra su verdadero sentido, no el que quiera Antena 3 y consortes, y el Torneo está prohibido.

     Tocó un Reloj Suelto que suena peor que antes; dicen los que saben de su máquina que no se toca con badajo interior, sino con percutor exterior, y que así no se le puede hacer cantar en condiciones. Sonaron las salvas de cohetería de siempre y como San Pedro cuando negó a Nuestro Señor, contristatus est, me pareció que la mañana clara se llenaba de contristura; es decir, de esa tristeza personal que brota del alma cuando uno siente que algo está mal por no haber puesto de su parte el vigor que pide la circunstancia: Hasta me parecía que desde lo hondo del pinar nos pedían cuentas el Cifre y Mariano Carranda y Pitt Rivers y Antonio Santander, y otros muchos torneantes y lanceros…. y nos llamaban cobardes.

     Faltaban un par de minutos para las 11 cuando un guardia civil mandaba replegarse al escuadrón de caballería hasta la línea de banderas. ¿Para qué si no se va a tornear?. Escuadrón desarmado, con más varitas que varas y ninguna lanza, también estaba contristado; los caballos me parecían más tranquilos; sus relinchos, de salón, y los jinetes tan cabizbajos como los peones.

     Salió el Toro. No gritaron las mujeres. No llegó a la Vega la descarga eléctrica de siempre. Bajó rápido y abobadillo, bien porque quisiera dar un buen día al gobernador, bien por otras causas que sospecha el malevolente lector con toda razón, sobre todo observando el verrón espeso y grisáceo cubrir la boca del animal. En vez de un Toro Vega parecía uno de aquellos perrillos que se ponían en los coches y movían la cabecita al compás de la marcha. Pero eso no era lo grave; lo gravísimo era la pregunta que nos hacíamos: Está el Toro en la Vega. ¿Qué hacemos ahora?. Y nos encendíamos de ira bebiendo las heces del cáliz de un esperpento que para el progreso de la humanidad y la modernidad nos ha recetado la Junta y Cortes de Castilla y León.

     A las 11 h. 20 minutos, después de deambular el Pinar de la Vega y llegar a las Salinas, la cosa se detuvo hasta pararse definitivamente hacia las 12, 30 horas, cuando la Guardia Civil mandó desalojar. Estaban las dulzainas a la boca del puente esperando no se sabe a quién, e hicieron la subida triunfal del conjunto vacío. Algunos aún esperaban el milagro de ver reflejadas en el Duero nuestras lanzas… pero no, no hubo nada, sólo contristura; estos manos de hada lo que tocan lo desarman, como a Caja Duero.

     Ya en la Plaza Mayor cerraban la función las chicas del Grupo de Danzas Reina Dª Juana Iª de Castilla bailando la Danza del Toro de la Vega, obra de Jorge Bayón, Dulzainero Mayor del Concejo de Dulzaineros del Toro de la Vega. A la dulzaina Rafael Cubillo, dulzainero veterano de dicho Concejo; mientras las chicas se preparan charlamos de nuestra música tradicional exiliada de los lugares de importancia y como casi todo aquí, sustituida por un sucedáneo; pero salen las danzantes armadas de lanzas y cayadas, redobla la caja; una de las chicas, que simboliza al toro vestida de negro, se filtra entre las armas y sucede un torneo virtual cargado de simbolismo. Llora un veterano torneante con la cabeza apoyada contra el poste de la plaza donde pone “Gibraltar”; llora porque esas chicas le están devolviendo la dignidad que la ley le ha arrebatado; llora porque en las tinieblas se enciende una luz y responde con un ¡Viva! susurrado al ¡Viva el Tiro Vega! con el que se cierra la danza.

     Posiblemente nos toque beber unas cuantas heces y largar muchas lágrimas pero el Torneo volverá a ser Torneo porque en la Plaza Mayor las chicas han danzado nuestra danza, porque desde lo negro del pinar nos lo han exigido las sombras y porque Tordesillas no se rinde. Sólo es cuestión de tiempo y fe volver a beber los verdejos de mayo.

 

Patronato del Toro de la Vega. Tordesillas (Valladolid)