EL RASO PORTILLO EN LA XX SEMANA CULTURAL DE LA FEDERACIÓN TAURINA DE VALLADOLID.

J. Ramón Muelas García.

 


     El jueves 28 tuvo lugar la segunda jornada de la XX Semana Cultural cuyo tema central era ese conjunto de territorio, raza brava y mito histórico que conocemos como “Raso Portillo”. La mesa, formada por los toreros Santiago Castro Lugillano y José Miguel Pérez “Joselillo”, el ganadero Mauricio Gamazo y el taurólogo Celso Prieto, estuvo presidida por el presidente de la FTV Justo Berrocal y coordinada por el periodista Domingo Nieto.

     Comenzó Nieto al uso del tiempo, quejando de los ataques repetidos sufridos por la tauromaquia con franciscana paciencia y a los que nunca responde por eso de la cultura, la educación y la democracia chunda-chunda. Trajo a colación el caso de moda estos días. La niña de Francisco Rivera Ordóñez; donde el defensor de menores de Andalucía no pierde ocasión para saltar al ruedo, decir a un padre cómo tiene que educar a sus hijos y mandarle ante el fiscal de menores ... por si acaso. ¡Qué bien estarían en Venezuela!; y a mayores no despilfarraríamos unos euros.

     También trajo a colación la función de gigantes y cabezudos del día anterior, en la que una docena de cabezudos animalistas (lo digo por lo elevado de sus pensamientos) protegidos con el correspondiente pelotón de guardias gigantes (lo digo porque los guardias son cada vez más grandes, cuasi como filisteos) se dedicaron a ejercer su derecho a la libertad de expresión insultando gentilmente al que por allí pasaba y perturbando el desarrollo normal de las cosas; pero bueno, dicen los eruditos que eso es la libertad y la quintaesencia de la constitución porompompero – porompompón, y que si no lo vemos claro es porque nos falta formación jurídica.

     Celso Prieto comenzó con una reflexión que los de la talanquera venimos manteniendo desde hace muchos años: La Tauromaquia es Cultura; pero no –o no sólo- cultura plástica, sino Cultura cimental; es decir, ceremonia que aporta bienes inmateriales a un pueblo, a una nación. En pocas palabras, la tauromaquia no importa porque gustara e inspirara a Picasso, a Lorca o a Goya, sino porque a nosotros, los que la usamos, nos dota de identidad; he ahí la importancia de la praxis ceremonial, del patrimonio sensu stricto que supone, y como tal patrimonio configuracional su antigüedad es muy grande.
Prieto esbozó la importancia que tuvieron para nuestra tauromaquia los tiempos de la Iª y IIª Repoblación desde c. 820 hasta la toma de Toledo en 1.086; no tanto por las noticias que de esa época se han conservado, como por el carácter que imprimieron en nosotros las vicisitudes propias de quien combate toda su vida en primera línea; el amor a la libertad, el uso de estructuras políticas y económicas concejiles fundadas en las comunidades de villa y tierra que florecieron al sur del Duero; el método de legislar y aplicar lo legislado mediante fuero y fazañas; la existencia de la milicia concejil y las obligaciones defensivas de comunidad etc ... fueron caracteres particulares de Castilla que generaron o modularon lo taurino. Prieto habría necesitado muchísimo más tiempo para desmenuzar esta teoría; careciendo de él, prosiguió la materia explicando qué es el Raso.

     Dijo fue un territorio vacío y encharcable a los pies de Portillo que durante siglos se dedicó al pasto y a la extracción de sal, por no servir para otra cosa; y que la particular composición química de la hierba que brota en paraje tan mineralizado confiere al ganado notable bravura, a la que no fue ajena la soledad de aquellos pagos. Planteó la hipótesis de que aquellas 3.000 Has. estaban levemente ocupadas por ganaderías comunales; es decir, lo que conocíamos como “ganado de la villa” o hato concejil heterogéneo gobernado por un pastor municipal al que cualquier vecino podía enviar sus animales por módico precio y que pastaba los prados comunes, sistema que duró hasta c. 1.965.
Ya desde el s. XV el Raso tenía fama de criar fieras; de hecho, los toros de Compasquillo eran de los mas temidos por su bravura en tiempos de Isabel la Católica, aunque parece sufrieron una caída hasta c. 1.730 en que de nuevo comenzaron a gozar de fama. Todo cambiaría c. 1.864 con la Ley de Aguas, que según unos pretendió sanear un paraje considerado criadero de tifus mediante la canalización de las aguas para evacuarlas con prontitud; y según otros, siguiendo la filosofía de la desamortización, pretendió convertir en particulares los terrenos públicos a cambio de reconfigurar su topografía. De poco valió la relativa resistencia de los vecinos ante las funciones de gigantes y cabezudos que tuvieron que aguantar, destacando entre ellas la de Aldeamayor 1.924.

     Entorno a 1.870, el espacio estaba razonablemente nivelado y drenado y pudo utilizarse como unidad de producción; en el Raso, la familia Gamazo fundaba la ganadería “Raso Portillo”, aglutinando el ganado de los Sanz / Valdés, que emplearían como base para producir un toro muy particular, capaz de aunar el comportamiento que pidiera la moda del tiempo con una inconfundible personalidad de recio, bravo y listo. La “moda” se obtenía con los sementales correspondientes; la “base”, con las vacas cuya complejidad genética posiblemente fuera –y es- de las mayores en la cabaña brava de toda la Cristiandad (tal vez se le acerquen las de D. Fernando Pereira Palha). Cerró Prieto narrando algunas anécdotas taurinas de la torerísima Aldeamayor, cerrando una intervención brillante, instructiva, rigurosa y sin embargo, amena.

     Mauricio Gamazo es uno de los ganaderos responsables de mantener operativa esta joya de nuestra ganadería brava propiedad de veintitantos parientes que hoy se sustenta sobre 110 madres y 4 sementales. Tal vacada puede generar cosa de tres novilladas; de las que ahora invernan, dos irán a Francia el próximo verano y la tercera quedará en España, aunque aún se ignora dónde.

     Se trata de mantener la filosofía de la familia y que el negocio no sea ruinoso; de elaborar un producto único, lo que con 110 vacas no es fácil pese al muy abierto parque genético y a un coeficiente de hibridación que permite ligeros errores, peros sólo ligeros; Mauricio hacía hincapié en la dificultad de decidir qué hato asignar a qué semental, cuánto tiempo tener en contacto vacas y semental, cómo integrar las experiencias con las necesidades, cómo potenciar un carácter físico o de comportamiento afectando lo menos posible al resto; y en fin, los problemas del técnico que necesita del arte y la intuición.

     El Raso tiene excelente fama en la tauromaquia popular y entre los matadores; bastante menos entre los toreros del arte y de la ciencia; vamos, que como santacolomas, no son bien recibidos por aquéllos que carecen de las capacidades y las ganas necesarias para jugársela. Recios, compactos como proyectiles, rapidísimos, duros, móviles; son tan listos que yo he podido ver a uno de ellos ponerse de manos cuidadosamente para derribar a un atalancado subido a notable altura. Miran como el Catoblepas y te congelan y hacen brotar el miedo; un señorón cárdeno del Raso detuvo el concurso de cortes de Tordesillas simplemente enquerenciándose a 4 metros de tablas y moviendo la cabeza como un radar de localización; sólo salía si le entrabas muy en corto, pero entonces volaba y te comía el terreno; miraba y quitaba las ganas a los muy buenos toreros que allí había, quienes terminaron pidiendo el cambio por decir “no servía”. Fue necesaria una genialidad de Jesús Sanz Arranz entrándole por retaguardia y girándole hacia fuera para cambiar las cosas.

      Para los matadores de montera es tan difícil como para los de talanquera, pero le permite conectar inmediatamente y eso es tener ganada media puerta grande; bien lo sabe Joselillo, quien no dudó en declarar que a él le han salido tan buenos como exigentes; con ellos hay que tragar mecha y sobre todo, como puntualizó Santiago Luguillano, hay que aguantar su paso lento con la respiración contenida, dudando si en cualquier momento se van a vencer hacia adentro.

   Tanto uno como otro conocen el género porque tientan regularmente las chotas y saben de su resistencia y movilidad capaz de agotar a quien no esté muy en forma; además no admiten distracciones, sobre todo si se tientan de eralas cumplidas, como puntualizó Santiago Luguillano recordando los tentaderos de finales de los años 50, tiempos en que Antonio Bienvenida se las veía con vacas cuatreñas y aún mayores; como tenía que tentar 40 ó 50 animales, recurría a la astucia de colocarlas muy cerca del caballo, así se aseguraba que quedaban mucho y bien picadas y se las rebajaban sus grandes fuerzas.
Hoy ya nadie observa este fundamento de reservar a las vacas hasta que sean cuatreñas por el coste económico que supone alimentar tantos años a las chotas sin saber si quedarán para madres o no; y sin embargo es capital a la hora de seleccionar. Plinio Secundus en su Naturalis Historia (lib, VIII /p. 70. 176) se hacía lenguas de Pirro, rey del Épiro, cuidadoso ganadero del s. III a. De C.:

En nuestra tierra el ganado más considerado es el del Epiro; dicen que por el cuidado de su rey Pirro: Le consiguió impidiendo parir a las vacas antes del cuarto año de edad, de este modo el ganado salió muy grande, y aún hoy quedan algunos descendientes de él ...( in nostro orbe Epiroticis laus maxima a Pyrrhi, ut ferunt, iam inde regis cura. id consecutus est non ante quadrimatum ad partus vocando; praegrandes itaque fuere et hodieque reliquiae stirpium durant)”.

Ganado, en fin, que hace muy difícil el aburrimiento.

Concluyó la sesión con un capítulo de preguntas.

Patronato del Toro de la Vega. Tordesillas (Valladolid)