UN POLVORÓN DEL TORO VEGA EN EL PAÍS DE LAS NIEBLAS A FIN DE AÑO.

J. Ramón Muelas.

 


      Dos técnicos lácteos hablan de sus negocios en una importante quesería zamorana vísperas de Navidades; fuera, el padre Duero les regala con sus más densas nieblas. Es el Quinto Clima del geógrafo musulmán Al-Idrisi: Samura; el río Nahr-Duira profundo y turbio, ... el País de las Nieblas, la frontera, la tierra de los bárbaros donde acababa Al-Andalus comenzando el s. XII. ¿También ahora?.

Hecho el apaño, próximas las navidades, hay que surtir el imperio.

- Como pasas por Tordesillas, cómprame una caja de polvorones del Toro Vega y me la traes ... pero del Toro Vega , .... no del Toro.

Cuarto de hora después, cerrados los papeles, a punto de arrancar el coche, contraorden:

- Oye, que no es una caja! ... son veintidós cajas; pero del Toro Vega, que los del Toro dice la gente que no.

     La plantilla de la fábrica quería surtir su imperio navideño con polvorones del Toro Vega; pájaros de corazón tan fino como el pico, de fe tan dura como las corazas de los pardos, querían echar su cuarto a espadas para acabar con tanta mariconada: Aquí ya no se transige ni en un tercio de silogismo. ¿Polvorones?: ¡Del Toro Vega!.

     Era un efecto más de la campaña de acoso que contra nuestras tradiciones vienen lanzando algunos urbanitas tan estúpidos e ignorantes como para confundir ceremonia y “diversión”.

     En apariencia ambos polvorones son lo mismo, sólo cambia el envoltorio, el que allí ponga o no “Vega”. En realidad son radicalmente distintos:

     El del Toro a pelo tiene fato a ovejita lucera urbanita, a supermercado que vende a su madre si se tercia, a imposición de la multinacional del perrito, la bondad tonta y lo solidario a lo Hassani, a gacho y a agachado, a necesitar píldoras para dormir, píldoras para funcionar, sicólogo y arrobas de virtualidad que haga creer lo que no se es ...

      Vamos, que a los obreros y técnicos zamoranos no les molaba la receta. Bárbaros castellanos al fin, tienen muy claro que un polvorón del Toro Vega –pero no uno del Toro a secas- es una sagrada forma de la tradición, de la raíz; es el alivio en la mañanada ensillando el caballo para buscar al encierro; es el postre de la parva –ya el sol alto- que recompone de polvaredas; es el “y nosotros nos iremos y no volveremos más” del villancico que canta quien se sabe eslabón de cadena y que él se va, pero quedan otros que seguirán en identidad; es el combustible de la ronda de mozos entrando en la alborada por la alta Soria; es, junto a su aliada la copita de “Castellana”, el preludio de los cumplimientos a Nuestra Señora de la Guía, día donde se aplasta el dulce en su envoltorio para no manchar el traje; es la cayada arriba en los Faroles.
Sabe a pólvora de cohetería al modo de la leche de pantera legionaria; sabe al humo de la arrancada de motor –coche atiborrado- camino de las talanqueras de Medina del Campo, de la Explanada de Portillo o de mucho más lejos; sabe a fuego de ganadería castellana y portuguesa, a las cinco hogueras de los cinco Cuerpos Santos medinenses, a maroma de la vieja Malgrat, a apretón de manos entre encinas, a corte imposible de Jesús Sanz en la Puerta del Conde mirobrigense ... sabe a Castilla.

     El fuero y no el huevo es lo que importa. Revivir en Navidad toda esa estructura del ánima que configura al alma y que bien puede utilizar como catalizador un polvorón del Toro Vega; así que Se acabó el prostituir la tradición para convertirla en mero folclore destinado al entretenimiento del urbanita. En esa fábrica recordaban el Viernes Santo de Bercianos de Aliste, donde los nuestros se calzan para la procesión el sudario con el que serán enterrados y los urbanos hacen “selfish”, incluso puedes escuchar a alguno decir: “Qué guay!... fantasmas!”.

Por eso precisa la plantilla zamorana qué envoltorio quiere en sus polvorones. Porque sabe quien es y quien no quiere ser.

Patronato del Toro de la Vega. Tordesillas (Valladolid)