EFECTOS RETARDADOS DE LA MANIFESTACIÓN TORERA DE SEPTIEMBRE.
J. Ramón Muelas García. |
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Un amigo mío tan inquietante como apocalíptico, comentando ahora, vísperas de Navidad, las tradicionales manganas con que alboreando septiembre suelen regalarnos los pontífices del saber asiduos a las tertulias televisivas, me recuerda el siguiente mensaje de Ezra Pound que me envió vísperas de la Peña:
Le enciende (me enciende, nos enciende) ver cómo unos cuantos flamencos descendientes de monseñor de Chievres pretenden descalabrar las cosas de Castilla y más concretamente, la bicha de las bichas: El heroico e inmemorial Torneo del Toro de la Vega. Entonces concluye -de acuerdo con Ortega- que estamos llegando al final de un tiempo; lo malo es que el tío afina puntualizando que el día que caiga el toro Vega habrá caído Occidente; y lo peor es que aún exagerando, no se arredra de asegurar que la cosa tiene un airecillo con el fin de Roma capaz de meternos los perros en silva; digo silva de selva; vamos, que la jungla tenebrosa será el prado del Zapardiel por mayo comparado con la revuelta y espesa umbría que adivina cuando ceda la última posición del humanismo. Ya en plan cuasi místico me sale con Nostradamus, adivino renacentista que predijo días de sangre y fuego a Occidente cuando la media luna se moviera: “Le prince Árabe Mars, Sol,
Venus, Lyon, (El príncipe árabe, Marte,
Sol, Venus, León, Hoy, Europa acojonada, ametrallada y paciente, la serpiente se mueve en el corro de Irak/Siria/Sahel como una cosa boba apuntando hacia Egipto, Turquía y la ribera africana del mediterráneo; aunque bien mirado, ni él ni yo vemos al papa Francisco organizando armada contra el infiel en un nuevo Lepanto, ni a otro Bernardo de Claraval bendiciendo columnas blindadas. En fin, que el mal fato propio del tiempo potenciado por la desfachatez de esos tertulianos de la televisión (no tienen nada que ver con Tertuliano, padre de la Iglesia), primero le deprime, luego le enfada y por fin le aíra. No le convenzo cuando le digo que no los vea, ni cuando -plagiando a Spengler- que siempre habrá un pelotón de toreros capaz de salvar la civilización. Recuerdo cuando nos vimos en la magna manifestación taurina de Valladolid. Papo qué sonrisa tenía!. Qué voces pegaba exigiendo libertad! ... al principio; luego, como vio que el pelotón estaba muy crecidito y a ojo de buen cubero se había transformado en dos brigadas ligeras, ya pensaba en ir a Madrid a salvar a la civilización; ¡Como si la civilización estuviera en Madrid!. La civilización estaba sobre el asfalto del Paseo Zorrilla; lo otro es una mezcla entre la Roma decadente, Atapuerca, la República de la Risa, la Granja Manor de Orwell antes de la rebelión y el zaguán de San Francisco de Asís; revuelto de anchoas con café que el aparato de propaganda nos presenta cual si fuera lechazo en cuchifrito. Y todavía se enfadan cuando decimos: No me amueles, bonito …
Sabemos muy bien que el momio no se sujeta, sólo tiene tan larga y
venenosa la lengua como corto el corazón, así que necesita chivos
expiatorios que cargando sobre sí el concepto del mal libren a la
sociedad moderna, solidaria y progresista, del horror que la causa
mirarse en el espejo. Nada mejor que el Inmemorial Torneo para
servir de chivo.
Y el tresillano, que en su vida ha visto un toro y necesita cariño,
se lo cree, porque lo dice un presentador muy majo que tampoco ha
visto un toro. En el fondo no importa el toro, sino la Cultura que
usa al toro para ceremoniar, la Civilización, Occidente, lo que nos
ha traído hasta aquí e impedido ser otra Cuba de la vida. A los que tenemos honor no nos cabe en la cabeza el enredar intencionadamente para al tiempo ganar unas perrillas y cumplir las órdenes de la dirección tendentes a adoctrinar a los espectadores; a estos figuras sí. Vamos, que entrar al trapo de un micrófono –si no es torero- es hacer el pijo, servir de bobo de comedia y darles munición para que nos la arrojen. Silencio. Silencio. Silencio. No se habla con seres de otro mundo, con vanas fantasmas de ultratumba y vaselina: Se la exorciza al modo de Santa Teresa. Como sea, el caso es que la manifestación torera a devuelto la fe a mi amigo y ahora, entre los postes de la Plaza Mayor recorta y quiebra los proyectiles urbanitas con un arte que verlo, alegra el corazón; incluso quiere poner como obligatoria cierta asignatura llamada ”arte de correr los toros o florilegio de la talanquera” y aunque le susurro:
Me responde:
Y me pide datos para empezar el florilegio. Y jura a todos los santos porque la Federación Taurina Popular no ha empezado a mandar listas con establecimientos y productos donde la torería jamás debe comprar y políticos a los que jamás debe votar. Y clama por romper una baraja mugrienta y marcada. Y ... está deseando que empiece el año a ver si de una vez ponemos las cosas en su punto, así que alumbrados por la estrella vespertina que relumbra entre los jirones de niebla, brindamos al renovado 2.016 mientras pintamos a rotulador la Estrella de Oriente que antes ponían en la iluminación navideña y ahora no, para no herir sensibilidades. La encornamos, ungimos con verdejo, puntualizamos que la estrella de los Reyes Magos se vio hacia Occidente (¡Qué casualidad!) y la pedimos que nos haga la vanguardia, como debe ser, porque es Navidad y esto es Castilla. |