LA TORERÍA TOMA VALLADOLID AL GRITO DE LIBERTAD.
J. Ramón Muelas. |
foto: Enrique Carnero & Jose Carpita. |
- ¿Vas a ir a la manifestación de Valladolid?. - Sí, porque me tienen hasta los cojones.
Tan sencillo diálogo había ido prendiendo estas dos últimas semanas
por todas las villas y lugares de Valladolid y Zamora. Era un boca a
boca digital o analógico o de mostrador de taberna puro y duro sin
salida a los medios de comunicación, ya que a éstos sólo interesan
las cogidas y si es con muerto, miel sobre hojuelas. Exceptuemos a
Santos García Catalán, el periodista taurino más fresco y ameno de
la actualidad, que se mojó anunciando incansable y sin complejos la
manifestación torera; incluso cantando las cuarenta al nuevo alcalde
de Valladolid y sus cortijeradas bananeras, como prohibir que
Morante estuviera con los chicos en el corro de la plaza de toros.
Pues así, a cencerros tapados, de un calentón entre el chico de Carlos Perrera, la Juventud Taurina, un novillero y la colaboración de la plaza de toros de Valladolid, se gestó la idea de mover un poquito el saco de los ratones. No nos engañemos, juntar en Valladolid 500 personas a una manifestación es muy difícil; algunos hasta pagan 50 euros por asistencia; casi todos, se uniforman de camiseta, preparan pancartas de imprenta para aparentar ser más, se estiran como el chicle y cuidan hasta el último detalle capaz de hinchar el perro, de modo que cuando el triunvirato lanzó la idea era consciente del riesgo de ser cuatro amigos tragados por el ancho paseo Zorrilla, como sucedió en Madrid con las manifestaciones de toreros y ganaderos de postín.
Aquí se trataba de reunir a la gente de talanquera y a la parte sana
de la montera, no a los “pescaítos” o parte fina y artística de la
montera, a quienes repugna lo de pegar cuatro voces en la calle
revueltos tirios y troyanos; por eso no se contaba con ellos (aunque
se les invitó). Comenzaron a funcionar las secretarías de las
asociaciones taurinas: Va Íscar. Va Montemayor. Van las Medinas. Va
Toro. Va Villalpando. Va Laguna. Va La Seca. Va la Nava. Va Sieteiglesias. Va
Traspinedo. Va Rueda. Va la Cistérniga. Va, va, va …: La torería popular se
echaba a la calle. A eso del mediodía la Plaza de Zorrilla era un hervidero, la ciudad olía a novedad y si en el autobús urbano afinabas el oído podías adivinar el tema de la conversación: Yo no soy aficionado pero ... ¿quién soy yo para meterme en las cosas de los demás, para imponerles nada?. Velay qué bobada!. El respeto!. Ni Constitución, ni altos tribunales, ni sesudos catedráticos de ciencias políticas, ni sabios políticos, ni zarandajas: Respeto, he ahí la clave de cualquier democracia; en cuanto falta éste, lo mejor que se puede hacer con esa democracia podrida es darla pronto entierro, porque apestaría. La gente honrada tiene fino olfato. La organización era de circunstancia y tampoco hacían falta mayores prevenciones, aunque a la vista del multitud que se iba reuniendo, la cosa prometía ser gorda. Lo fue. Cosa de 11.000 manifestantes comenzaron a avanzar por el Paseo Zorrilla llevando en vanguardia una pancarta con el lema: "En defensa de la Tauromaquia: Prohibido prohibir" Tras ella, los presidentes de las asociaciones, los toreros locales y el antiguo alcalde de Valladolid junto a algunos concejales populares; detrás, los concejales socialistas de los pueblos e individuos relevantes de la tauromaquia. Parecían muy serios; incluso cabreados, pero conforme ibas hacia atrás, donde la cosa pedía menos formalidad, el patio cambiaba tanto como las pancartas: “Mis tradiciones no las toca ni Dios”, "Viva el Toro Vega. Libertad. Se acabó la bobada". “El Toro de la Vega vivirá mientras viva Tordesillas, y eso va para largo”. etc.... La cabeza de la apretada manifestación pasaba el Campo Grande cuando la cola todavía no había salido de Zorrilla, entreverando consignas con el sencillo y ancestral grito de guerra: Libertad. Si estará la gente harta de tanto bergante, que a estas alturas …. pide libertad!. Y la pedía a voces; luego, cantaban “El Toro Vega” de Candeal. Bien contentos dormirán esta noche los Candeal; que la torería castellana vocee tus estrofas es el doctorado, lo que diferencia al folclorista berrendo del músico tradicional, al subvencionista del que habla de los sentimientos más íntimos del pueblo sano. Como no había megáfonos, no había orden en las consignas; simplemente se encendía un foco y comunicaba en ambos sentidos como una ola del Duero por marzo. En un sexto piso del Paseo Zorrilla, dos aficionadas han colgado capote de brega que restralla sobre el cemento cargándole de humanismo, alguien lo observa y las saluda toda la manifestación mientras aplauden desde las aceras y salen de los bares. Valladolid no está acostumbrada a esto, por eso parece escucharse un chorro de aire claro, de páramos y pinares, de cabalgada y reburdeo, que nos limpia de tanta bobada como a diario nos cubre; porque nos cubren y quieras o no, te salpica.
La salida de la plaza fue un continuo saludarse los aficionados que
no habían podido verse antes a causa de la gran cantidad de
asistentes; y además, como estaba la flor de la torería, ocasión de
felicitar, por ejemplo a José Ángel “Cañero”, el mejor jinete de la
Cristiandad tras la cabalgada de Cuéllar. Se ruborizó un poco, pero
a cada uno lo suyo; a éste, lo que se ha ganado volando laderas cuchillos a
la espalda. Talanquera y sana montera, peones y caballistas, mozos y viejos, psoes y pps, piojosos y empingorotados, labradores y funcionarios ... la gente del toro, el pueblo que sólo pedía libertad, había hablado; bueno, mejor, voceado.
|