LA VACA ENMAROMADA DE PALAZUELO DE VEDIJA. APRENDIENDO LECCIONES.

J. Ramón Muelas García.

foto: Jose Carpita


     El sábado 22 a la caída de la tarde tuvo lugar en Palazuelo de Vedija una de las funciones con que las villas y lugares de Campos han celebrado desde tiempo inmemorial : Enmaromados. Benavente, ya en los confines de Campos, es la capital de la maroma castellana, pero una pléyade de villas zamoranas, palentinas y vallisoletanas han utilizado históricamente esta variante hasta que fue prohibida por el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares; desde entonces ya no se celebra en algunos lugares; en otros sí, afrontando la multa correspondiente; y en otros se hace esporádicamente so color de necesidad (no entraré en mayores detalles).

     Hablan los mentideros taurinos de una inmediata reforma reglamentaria al objeto de legalizar la próxima reunión nacional de enmaromados que se celebraría en Benavente, y que desde aquí sugerimos sea reforma sana; es decir, que los legisladores reparen en la costumbre y la voluntad de los sujetos a la ley, no en qué dirán los señores forasteros, el crítico taurino de Madrid, la progresista batasuna de turno o “Europa” (así, en general).

      También sugerimos que se dejen de cuentos y de complejos; de mostrar una actitud ante la tauromaquia vísperas de elecciones y otra opuesta después; que de una santa vez obren en la materia como el alcalde de Valladolid (apoyando) o como el de San Sebastián (prohibiendo), pero de frente, por derecho y con la antelación suficiente.

     La numerosísima afición taurina de talanquera está contra la parte del actual reglamento que impide dar cabida a manifestaciones taurómacas distintas a las reglamentadas. Enmaromados, toros de fuego, estradillos varios, espantes etc … son variantes que el Reglamento deberá contemplar si quiere ser aceptado generalmente.
Así las cosas, el único coladero para celebrar funciones no reglamentarias consiste en lograr la calificación de “espectáculo taurino tradicional”, cuya dificultad principal estriba en documentar una antigüedad de 200 años, aparte de tramitar largo y puntilloso expediente. Palazuelo lo consiguió mediante la orden 30 JUN 2.000 y desde entonces celebra legalmente con el mayor éxito, o a lo menos, la multitud de vehículos aparcados, el ambiente en las calles y el poblado itinerario, daban buena prueba del atractivo que tiene para la afición esta función en honor a San Mauricio.

      Todo lo que de verdad es sentir común va ungido con una capacidad intrínseca de mejora, de progreso, de evolución positiva; y así como en numerosas villas hemos pasado del eral de medio pelo al cinqueño con nombre propio financiado por las asociaciones taurinas populares, en Palazuelo han pasado de la vaca piojosilla al cuatreño cumplido; dentro de muy poco llegarán al cinqueño.

     Ese cuatreño era un zaino bien armado, algo bizco del izquierdo, herrado con omega rematada en cruz; su cola casi arrastrada, andares de vigilante, capacidad de aceleración, precisión en los remates, medida en las arrancadas y codicia, avisaban que no era ninguna broma. A mayores se añadía la costumbre de la villa según la cual, la maroma sólo se utiliza para gobernar al toro en caso de necesidad; es decir: Va suelto, de modo que al peligro intrínseco del animal debe añadirse el de la maroma y sus caprichosos movimientos, como pronto comprobaría la gente del Patronato en propia carne.

        Se da suelta al toro tras correr un eral que sirvió a los toreros de fortuna para lucirse en las estrechas calles con sus trapos. Rápida –pero no alocada- bajada hasta el parque, donde descubre a dos atalancados subidos a un poste, ataca y remata de abajo hacia arriba con la peor intención del mundo, librando al resbalar de patas.
El lance sirvió de aviso, de modo que trotando el toro calles adelante, se le dejaba respetable distancia entrando únicamente donde la abundancia de espacio permitiera torearle sin ver cerrada la salida; así se dieron algunos cortes a puro cuerpo y otros apoyados en trapo hasta que el toro volvía a trotar permitiendo a los corredores lucidas carreras, pues la velocidad no era excesiva.

     Poco a poco bajó el ritmo hasta entrar en la fase más delicada, aquella en que el toro espera encastillado sobre su querencia para contraatacar. Una de esas posiciones se hallaba en el ángulo recto formado por larga pared y cuatro contenedores de basura y cartón, con estrecho pasillo entre ambos lados del ángulo; allí el toro tenía cubierta su retaguardia y flanco izquierdo, de modo que se hallaba con toda comodidad. Entonces, Jose Carpita, fotógrafo del Patronato que conforme avanza la campaña resiste cada día menos la tentación de lancear, tras retratar al bicho pensó en hacer torería : citar desde el extremo exterior del lado de los contenedores de modo que arrancado el toro, moviéndose hacia el vértice, pudiera salir por el angosto pasillo entra la pared y los contenedores.
Así lo hizo. Arrancó el toro. Salió él. La maroma, inerte en el pasillo, se convirtió en tentáculo de pulpo. Cayó protegiendo la cámara. Regresó el toro y le lanzó contra la pared causando baja el torero y el objetivo de la cámara. Tras la noche de hospital se comprobó que ni clavó el asta ni hubo roturas; eso sí, golpes y magulladuras como para salir de Ecce Homo en Semana Santa. Me dice que agradezca a los aficionados presentes la prontitud con que le socorrieron y las muestras de afecto recibidas tras el accidente.

       

      Capturada la primera presa, el toro comenzó a buscar entre los toreros encaramados a los más variopintos parapetos. Cualquier posición les servía; desde las descarnadas tapias de adobe hasta dos palets apoyados de Dios nos guarde; postes, rejas, puertas, arbolillos … cualquier elemento que les permitiera salir de la visión horizontal del toro era aprovechado para aguantar desde él las rondas del negro, demostrando un aplomo a toda prueba.

     Las rondas eran seguidas por arrancadas y paradas que la maroma suelta convertía en lances de pura fortuna. A Dani, el buen torero popular de Guarrate, no le sonrió. Tras haber dado unos pases cortados a trapo que firmaría Pedro Romero, seguía al toro cuando de pronto la maroma se le enroscó en la pierna, salió volando y cayó de mala manera. Fuerte golpe en la cabeza y la pierna segada por el cordel fue el resultado final que le llevó a hacer compañía a Jose Carpita. A la hora de escribir estas líneas se encuentra razonablemente bien.

       En resumen, recia función cuya “lección aprendida” consiste en la necesidad de vigilar y prever el movimiento de la maroma suelta tanto o más que el del toro. ¿Cómo hacerlo?. Eso lo dirá el análisis y la experiencia durante los próximos años. De momento se cumplió el axioma de cierto general francés :

“el mejor maestro es el enemigo, aunque sus lecciones son demasiado caras”.

Y una vez más pudo comprobarse que el Domingo de la Peña no se encendieron en balde las velas de Ntra. Sra..

 

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Patronato del Toro de la Vega. Tordesillas (Valladolid)