El sábado
22 a la caída de la tarde tuvo lugar en Palazuelo de Vedija una de
las funciones con que las villas y lugares de Campos han celebrado
desde tiempo inmemorial : Enmaromados. Benavente, ya en los confines
de Campos, es la capital de la maroma castellana, pero una pléyade
de villas zamoranas, palentinas y vallisoletanas han utilizado
históricamente esta variante hasta que fue prohibida por el
Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares; desde entonces ya no
se celebra en algunos lugares; en otros sí, afrontando la multa
correspondiente; y en otros se hace esporádicamente so color de
necesidad (no entraré en mayores detalles).
Hablan los mentideros taurinos de una inmediata reforma
reglamentaria al objeto de legalizar la próxima reunión nacional de
enmaromados que se celebraría en Benavente, y que desde aquí
sugerimos sea reforma sana; es decir, que los legisladores reparen
en la costumbre y la voluntad de los sujetos a la ley, no en qué
dirán los señores forasteros, el crítico taurino de Madrid, la
progresista batasuna de turno o “Europa” (así, en general).
También sugerimos que se dejen de cuentos y de complejos; de mostrar
una actitud ante la tauromaquia vísperas de elecciones y otra
opuesta después; que de una santa vez obren en la materia como el
alcalde de Valladolid (apoyando) o como el de San Sebastián
(prohibiendo), pero de frente, por derecho y con la antelación
suficiente.
La numerosísima afición taurina de talanquera está contra la parte
del actual reglamento que impide dar cabida a manifestaciones
taurómacas distintas a las reglamentadas. Enmaromados, toros de
fuego, estradillos varios, espantes etc … son variantes que el
Reglamento deberá contemplar si quiere ser aceptado generalmente.
Así las cosas, el único coladero para celebrar funciones no
reglamentarias consiste en lograr la calificación de “espectáculo
taurino tradicional”, cuya dificultad principal estriba en
documentar una antigüedad de 200 años, aparte de tramitar largo y
puntilloso expediente. Palazuelo lo consiguió mediante la orden 30
JUN 2.000 y desde entonces celebra legalmente con el mayor éxito, o
a lo menos, la multitud de vehículos aparcados, el ambiente en las
calles y el poblado itinerario, daban buena prueba del atractivo que
tiene para la afición esta función en honor a San Mauricio.
 |
 |
Todo lo que de verdad es sentir común va ungido con una capacidad
intrínseca de mejora, de progreso, de evolución positiva; y así como
en numerosas villas hemos pasado del eral de medio pelo al cinqueño
con nombre propio financiado por las asociaciones taurinas
populares, en Palazuelo han pasado de la vaca piojosilla al cuatreño
cumplido; dentro de muy poco llegarán al cinqueño.
Ese cuatreño era un zaino bien armado, algo bizco del izquierdo,
herrado con omega rematada en cruz; su cola casi arrastrada, andares
de vigilante, capacidad de aceleración, precisión en los remates,
medida en las arrancadas y codicia, avisaban que no era ninguna
broma. A mayores se añadía la costumbre de la villa según la cual,
la maroma sólo se utiliza para gobernar al toro en caso de
necesidad; es decir: Va suelto, de modo que al peligro intrínseco
del animal debe añadirse el de la maroma y sus caprichosos
movimientos, como pronto comprobaría la gente del Patronato en
propia carne.
 |
 |
Se da suelta al toro tras correr un eral que sirvió a los toreros de
fortuna para lucirse en las estrechas calles con sus trapos. Rápida
–pero no alocada- bajada hasta el parque, donde descubre a dos
atalancados subidos a un poste, ataca y remata de abajo hacia arriba
con la peor intención del mundo, librando al resbalar de patas.
El lance sirvió de aviso, de modo que trotando el toro calles
adelante, se le dejaba respetable distancia entrando únicamente
donde la abundancia de espacio permitiera torearle sin ver cerrada
la salida; así se dieron algunos cortes a puro cuerpo y otros
apoyados en trapo hasta que el toro volvía a trotar permitiendo a
los corredores lucidas carreras, pues la velocidad no era excesiva.
Poco a poco bajó el ritmo hasta entrar en la fase más delicada,
aquella en que el toro espera encastillado sobre su querencia para
contraatacar. Una de esas posiciones se hallaba en el ángulo recto
formado por larga pared y cuatro contenedores de basura y cartón,
con estrecho pasillo entre ambos lados del ángulo; allí el toro
tenía cubierta su retaguardia y flanco izquierdo, de modo que se
hallaba con toda comodidad. Entonces, Jose Carpita, fotógrafo del
Patronato que conforme avanza la campaña resiste cada día menos la
tentación de lancear, tras retratar al bicho pensó en hacer torería
: citar desde el extremo exterior del lado de los contenedores de
modo que arrancado el toro, moviéndose hacia el vértice, pudiera
salir por el angosto pasillo entra la pared y los contenedores.
Así lo hizo. Arrancó el toro. Salió él. La maroma, inerte en el
pasillo, se convirtió en tentáculo de pulpo. Cayó protegiendo la
cámara. Regresó el toro y le lanzó contra la pared causando baja el
torero y el objetivo de la cámara. Tras la noche de hospital se
comprobó que ni clavó el asta ni hubo roturas; eso sí, golpes y
magulladuras como para salir de Ecce Homo en Semana Santa. Me dice
que agradezca a los aficionados presentes la prontitud con que le
socorrieron y las muestras de afecto recibidas tras el accidente.
 |
 |
Capturada la primera presa, el toro comenzó a buscar entre los
toreros encaramados a los más variopintos parapetos. Cualquier
posición les servía; desde las descarnadas tapias de adobe hasta dos
palets apoyados de Dios nos guarde; postes, rejas, puertas,
arbolillos … cualquier elemento que les permitiera salir de la
visión horizontal del toro era aprovechado para aguantar desde él
las rondas del negro, demostrando un aplomo a toda prueba.
Las rondas eran seguidas por arrancadas y paradas que la maroma
suelta convertía en lances de pura fortuna. A Dani, el buen torero
popular de Guarrate, no le sonrió. Tras haber dado unos pases
cortados a trapo que firmaría Pedro Romero, seguía al toro cuando de
pronto la maroma se le enroscó en la pierna, salió volando y cayó de
mala manera. Fuerte golpe en la cabeza y la pierna segada por el
cordel fue el resultado final que le llevó a hacer compañía a Jose
Carpita. A la hora de escribir estas líneas se encuentra
razonablemente bien.
En resumen, recia función cuya “lección aprendida” consiste en la
necesidad de vigilar y prever el movimiento de la maroma suelta
tanto o más que el del toro. ¿Cómo hacerlo?. Eso lo dirá el análisis
y la experiencia durante los próximos años. De momento se cumplió el
axioma de cierto general francés :
“el
mejor maestro es el enemigo, aunque sus lecciones son
demasiado caras”.
Y una vez más
pudo comprobarse que el Domingo de la Peña no se encendieron en
balde las velas de Ntra. Sra..